Amiga, estás? Me pregunta Meli, a una hora en que intentamos ya no trabajar.
Si claro.
Lo mataron. Encontraron muerto a Patricio Hache. Lo mataron como a un perro.
Deja de escribir y yo no quiero leer más.
Nos quedamos en silencio.
Le hago la pregunta idiota de si corroboró que sea verdad. Justo a ella, que fuma debajo del agua y con quien creamos los protocolos.
Me petrifico. Se me hiela la sangre. Siento ganas de llorar, pido por favor que las lágrimas esta vez puedan traspasar el piquete que tengo en la garganta, pero parece que el acuerdo conmigo misma aún no llega, y nuevamente sólo me queda un nudo.
Pienso en Morlachetti. En Dario. En los Pelota de Trapo. Peor no puedo pensar en Patricio porque no quiero imaginarlo muerto.
Todo esto dura 5 segundos que como siempre, parecen cinco horas.
Si estuviéramos enfrente, se que no podría abrazar a Meli. Cuando trabajás codo a codo en territorio vas aprendiendo cómo tratar a cada compañerx frente a determinadas situaciones, y a Meli, cuando pasan cosas malas, no le gusta el contacto físico.
Le digo que la quiero. Que todo es una reverenda mierda. Que si sabe qué pasó.
“Volvió al barrio aunque sabía que no podía. Tenía una bala con su nombre pero fue igual. Y lo encontraron tirado al lado de la vía. Lo mataron como a un perro". Repite.
Se que tengo que preguntarle qué siente, porque necesitamos conectar con nuestros sentimientos en estos momentos, poner en palabras, por protocolo. Le aviso a Gonza, el psicólogo de la Fundación para que esté al tanto.
Y con Meli nos dedicamos a putear.
No puedo dejar de pensar que Pato se nos “escapó”. Que no logramos llegar a él. Que no pudimos, como escribía Morlachetti “Seducirlo para la vida”. La soberbia contra la que lucho me hace pensar que si Multi hubiera logrado llegarle hoy estaría vivo. Me quedó eso desde la acusación cuando asesinaron a Aldo.
Pero Meli me dice que no: Pato no pudo tomarnos de la mano.
La rubia habla y su metro cincuenta y siete tiembla imperceptiblemente. Aún en los momentos más críticos no logra ablandar el rostro y así y todo de a poco asoman las lágrimas.
Y mi amiga, mi compañera de lucha, mi antónimo perfecto, comienza a hablar:
“Nació rodeado de mierda. Vivió rodeado de mierda.
No tuvo una sóla oportunidad en su vida. Ni una sóla.
Desde que era chiquito le mostraron sólo opciones de mierda, y nadie puede elegir entre sólo malas opciones. Jamás tuvo un lugar dónde le dijeran que era bueno. Que podía algo. Que su vida podía ser otra cosa. Y así creció.
Siempre la lacra.
Siempre el maldito.
Siempre el excluido.
Tuvo cárcel. Tuvo hospital. Le quedaba la muerte. (Cárcel, hospital o muerte, o CHOM, es lo que dice la literatura de Narcóticos Anónimos que son los lugares dónde termina la persona adicta.)
Y yo lo intenté. No es que no le llegamos. Hace años que sabés que le doy seguimiento. Pero estuvo siempre y estaba tan hundido, que nunca pudo aceptar la ayuda. Nunca pudo tomarnos de la mano.
Lo mató el abandono. Lo mató la indiferencia. Lo mató el Estado que falta. Y recién hoy, lo mató una bala.
¿Y sabés qué, Male? Hoy lo hablábamos con Marce (otro usuario de Multipolar, compañero de ranchada de Pato, que hoy está super bien y ya hace tres años que superó la situación de calle): Para todo el mundo Pato era una lacra. La peor basura. Y sin embargo, para nosotros, era una buena persona. Nosotros lo queríamos. Capaz, porque durante los años en que pudimos verlo los sábados, fuimos la única vez, la ÚNICA, en que tuvo cuatro horas una vez por semana dónde nadie lo miraba mal. Dónde nadie le tenía miedo. Pero sobre todo: Donde había gente que lo quería.”
Vaya si lo queríamos, Meli. Vaya si lo queríamos.
No va a haber entierro. A nadie le interesa despedirlo. A nosotras si nos gustaría, pero no tenemos potestad alguna para organizar nada. Pero quisiéramos que sepa que fue querido. Que no pasó de largo. Que para nosotras no fue un descartable más como para la sociedad que escupe a quien jamás ha sido cuidado.
El día me pasa por encima en una semana que me viene arrollando. La horas transcurren entre angustia y shock: Esa sensación que odio reconocer, la de cuando asesinan a un pibe que jamás tuvo oportunidad de “hacer las cosas bien”.
Hoy voy a decepcionar gente que compró helado y ordenó su casa para esperarme.
Hoy van a volver a decirme que sonría que soy muy afortunada. Que mi suerte no es la suya.
Hoy pocos, muy poquitos, entenderán lo que se siente.
Hoy van a volver a preguntarme porqué estoy con el celular a las once y pico de la noche.
-Porque se cargaron a Pato Hache- responderé.
Porque odio que gente a la quiero no pueda ir a lugares porque “hay una bala con su nombre”. Porque me vuelve a agarrar miedo por tantos otros que pueden correr la misma suerte. Porque me duele desde el alma hasta los huesos.
Porque hoy no me importa nada.
Male
H2