Querida persona que leés esto, quisiera saber cómo estás. Así, sin vueltas.
Y preguntarte cómo estás no es lo mismo que decirte: ¿Todo bien?
Creo que nadie saluda de esa manera con mala onda o intención, pero esa forma, como todas las preguntas cerradas, permite explayar poco.
Y en estos momentos que corren no creo que haya mucho que resumir.
Reflexiones sobre un hoy convulsionado
Me gusta la reciprocidad. Las cosas que van y vienen. Como siempre aclaro, no tienen que venir de quienes recibieron, ni tienen que llegar a quienes las ofertaron, pero me gusta el ida y vuelta. Y como realmente escribo este correo preguntándote cómo estás esperando que si te convoca respondas (y prometo, te responderé) voy a empezar contándote mi parte.
Como sabrás, trabajo con personas que viven en extrema pobreza. De hecho, de eso se trata bastante este Newsletter.
Hace rato, ratazo, las cosas venían complicadas porque la economía caía en picada y quienes rebuscaban la vida a duras penas, cada vez la tenían más complicada.
Pero en estos meses todo empeoró. Si. Aún más. Se podía. Parece que siempre se puede caer un poco más.
No tengo que contarte demasiado a vos, que me imagino que en algún ámbito sentirás tu vida afectada. Pero por este lado y en cuanto a mi trabajo respecta, entre la inflación y el recorte de presupuesto para programas que atendían a las personas con las que trabajo, el día a día se puso muy difícil. Muy.
No hay vacantes en los paradores. No hay alimentos en los centros comunitarios. No hay vacantes para internación en comunidades terapéuticas para la recuperación de las adicciones. Lo que más me preocupa es que si antes las personas mencionaban deseos/intenciones de salir adelante, hoy están totalmente resignadas. Creen que es definitivamente imposible. Y eso es un problemón: Porque si aquellas personas que tienen oportunidades y creen que este país no es viable se toman un avión y arman su vida en otro espacio, quienes ni siquiera tienen techo piensan las cosas más desgarradoras.
Mi lugar en todo esto
Cuando supe, que ahí nomascito se venía la tormenta, recordé los aprendizajes de la crisis anterior:
Tenés que elegir un lugar desde donde accionar y una tarea.
Tenés que cuidarte más que nunca.
Vas a tener que seguir la intuición porque es muy probable que lo que hayas aprendido en la última crisis no se aplique 100% a esta.
Así que aquí estoy. Sonriendo y de pie. Clara.
(Pero agotada, siempre agotada.)
Confirmé mi lugar: Sigue siendo junto a las personas en situación de calle.
Cambió un poco mi tarea: Ahora no sólo les apoyo para conseguir trabajo sino que por primera vez en mi vida tengo que hacer algo para que puedan comer, porque sin comer no se puede aprender, ni pensar, ni estudiar.
Me estoy cuidando, realmente, más que nunca. En algún extraño momento y vaya a saber una porqué, me cayó la ficha de que “no era carrera sino maratón” y desde entonces cada día hago lo mejor que puedo sin dejar la vida en ello. Porque quiero, deseo y necesito que esa vida me acompañe mañana: Para volver a intentarlo, para seguir luchando, para aunque sea ser la única sonrisa o palabra amable que alguien que vive en la calle pueda tener en el día - o en la semana-. ¿Viste con qué poco me conformo?
Es que si antes ayudar a una persona a que consiga trabajo era difícil, hoy parece una misión imposible.
Pero tranquilxs, no! No lo es.
Sigue habiendo hermosas historias para contar, sigo emocionándome hasta las lágrimas que no me salen cuando veo a alguien que conocí en un parador con su nuevo uniforme de trabajo. Pero que está duro, está duro.
Preguntarte cómo estás
Las personas que viven en la calle muy pocas veces tienen el resto -o se animan- de preguntarnos cómo estamos a “nosotros”. Creo que lo hacen por muchos motivos:
Tienen miedo de ser irrespetuosos: La asimetría en la relación se ve tan grande que no quieren hacer nada que parezca fuera de marco.
Les da temor que les cuentes que necesitás algo porque creen que en la situación que están no van a poder darte una mano.
Sienten culpa por esto último. O por enterarse si te está pasando algo “porqué los estás ayudando a ellos”.
Así que las preguntas por cómo viene nuestro alma no suelen llegar por allí.
Hace poco en Multipolar con Meli le tuvimos que decir al equipo que por más posición de liderazgo que tuviéramos también precisábamos que nos pregunten cómo veníamos. Porque a veces las apuradas, las reuniones, las necesidades y los pedidos hacían que se pasara por alto que nosotras también sentíamos cosas, perdíamos batallas o precisábamos un abrazo luego de un mal día.
Y en ese marco es que me pareció oportuno retomar la conversación sabiendo en qué andás. Cómo estás. Si tenés ganas de compartirme algo o alguna cosa en que pueda ser útil.
Eso. Todos precisamos, de a ratos, una pregunta sincera. Y si bien deseo de corazón que tengas muchas rodeándote, sabé que acá va otra más.
Darnos lo que necesitamos
Algo que me viene salvando la vida es el conjunto de pequeños momentos que me regalo en una búsqueda de conversar la calma y recuperar energías.
Hay días en que todo es triste y no hay una sóla buena noticia. O que escuché demasiadas historias desgarradoras. O que tengo miedo del porvenir.
He aprendido que parte de cuidarme mucho es reconocer esos momentos y parar a ser consciente de qué cosa que puedo darme yo misma, me haría sentir mejor. Este newsletter, por ejemplo, es parte de eso.
Hace meses que vengo posponiendo volver a escribir, porque siempre tengo una lista inagotable de pendientes o prioridades urgentes pero hoy, cuando me pregunté qué precisaba exactamente para sentirme mejor era volver a esta hoja en blanco. Y acá estoy.
Otra cosa que me está salvando son los momentos de poder estudiar tranquila en mi escritorio, definido como mi lugar en el mundo. Después de separarme no había logrado volverlo a armar y este verano en que no pude irme de vacaciones, fue un gran regalo que me adjudiqué.
Te comparto una foto de mi pequeño espacio, con orden dudosa pero con mucha mucha calidez.
En ese pedacito de aguayo, en esa luz naranja que me ilumina y recarga, en esa taza de te que estoy descubriendo, y en el pedacito de sahumerio que hace rato inundó mi espacio de Nerolí, están las formas que me doy de pausar un rato y juntar fuerzas para seguir.
Te deseo de corazón que tengas tus formas de recargarte, y te repito que la pregunta es sincera y estoy a la vuelta del “Responder” para leerte y darte un apapacho virtual.
Abrazo grande, fuerza y alegría.
Cómo llegué hasta acá... Ah, sí. Algún contacto de mi Facebook (soy de esa generación) puso en un reel una foto, de un hombre durmiendo en el piso, con una línea de texto que decía "Hoy (¿Ricardo?... ¿Horacio?... acabo de comprender la enorme importancia de los nombres) se levantó...", y la línea terminaba allí, pero yo quise saber más, y por eso busqué quién era el autor, la autora, del posteo original, y acá estoy, raro, conmovido, hay tan poca gente que sienta realmente, o que se atreva a sentir así, abiertamente. ¿Por qué escribirte? ¿Cómo no escribirte?, valdría más preguntar. Aunque no sepa qué, algo sale. ¿Qué cómo estoy? Estoy decepcionado. Hace muchos años, vos quizás no habías nacido, tenía un disco, Adiós Sui Generis, en el que alguien (¿habrá sido Rinaldo Rafanelli?), ante los silbidos del público (andá a saber: alguna demora, alguna gorra inoportuna) dijo -y quedó grabado- algo así como "bueno, no se quejen, ya vendrán tiempos mejores". Y yo me lo creí. Y aunque vinieron tiempos mejores, nunca fueron mejores del todo, y también los hubo y hay horribles, y sigue habiendo, cada vez más, Ricardos, Horacios, Marías, durmiendo en las calles, invisibles para la mayoría, cada vez más, y uno pudiendo hacer tan poco, apenas tomar conciencia un rato, dejar de hacerse el distraído, pero son tantos... Y ya no confío en ver tiempos mejores, así es como estoy. Pero lo son, si gente como vos... Sé que estudiaste en UBA Sociales. Ojalá hubieses sido mi estudiante entonces, sería para mí una suerte de orgullo, pero lo es igual, ahí tenés el resultado de la educación pública, gente con más sensibilidad que esas mierdas que se hacen llamar Presidente, Vicepresidente, Honorables miembros de... Honorables las pelotas, en tanto Ricardos, Horacios, Marías, duerman en las calles. Gracias, en serio, por ser la contracara de tanta miseria. Así estoy, con ganas de agradecerte en nombre de tantos.
Acá estoy… tirando, como diría mi vieja.
Lo que hice fue unirme a una agrupación de argentinos en Londres. Hacemos asambleas para decidir siguientes pasos, nos escuchamos, planeamos eventos…
El domingo pasado armamos una juntada por la Memoria; se leyó poesía, vimos videos, hubo música en vivo y fernet y empanadas. Nos abrazamos y nos energízanos para seguir.
Esto viene para largo. Pero acá estamos y no vamos a abandonar.
Un abrazo fuerte para vos. Gracias por esta News 🫶🏼